Todo muy loco

Todo muy loco

Día 39. No se me ocurre mejor manera de definir la vida humana de las últimas cinco semanas. Los animalitos, por contra, deben estar pensando que por fin el hombre ha decidido sentar cabeza. Todos menos el loro de la calle de aquí al lado, ese, me temo, ha acusado la falta de conversación hasta tal punto que se ha quedado casi mudo.

Ayer, cuando ya había pasado un mes desde el cese temporal de nuestra relación, empecé a silbarle en cuanto doblé la esquina y avisté su jaula. Mira que me afané con nuestros grandes éxitos, pero él apenas se inmutó. Solo cuando estaba a punto de doblar hacia la farmacia pude adivinar, entre el rugir de una hormigonera, su tímida respuesta.

Loco, loco. Que no me responda ni el loro, antes tan parlanchín, es un signo inequívoco de que la cosas están cambiando. Tanto como para que, por una vez desde que empezó mi particular confinamiento, tenga ganas de comentar las noticias, de especular sobre la vida que nos espera si las medidas esas de los números pares e impares pasan a ser realidad.

Pero no lo voy a hacer. No voy a caer en esa tentación hasta que no sea decreto, porque todo lo demás sería especular, como lo que hice yo, con tanta ilusión, mientras me imaginaba la bonita charla que tendría cuando pasara por su calle. Lo que él me diría, lo que yo le contestaría, el nuevo saludo que inventaríamos para esta ocasión tan especial… Y mira cómo me salió la cosa, a la ida, un breve gorgorito, y a la vuelta, silencio.

Amigo loro, está todo muy loco, pero estoy convencida de que en algún momento vendrán tiempos mejores y por fin podremos retomarlo donde lo dejamos. Como siempre hemos guardado la distancia debida, apenas tendremos que hacer cambios, ni siquiera habrá mascarilla de por medio.

Solo me queda confirmar un pequeño dato, el número de tu vivienda. Porque igual la próxima vez que pase por tu calle resulta que estás de permiso. Tú, por si acaso, silbia, que con obras o sin obras, yo te escucho.

(Esta vez, con Manolo Benítez a mi vera, la música la elegí yo, inspirada por Ulrika, mi profesora de canto y amiga. Por cierto, yo hago de gato).

https://youtu.be/KTMESnWP9_g

 
Un libro y un sillón
Arreglá pero informal
Aunque no siempre suenen violines