Ahora al verano le ha dado por llover, como si no tuviéramos poco con el oleaje continuo en el que estamos inmersos desde que a un virus se le ocurrió la loca idea de meterse con los humanos, dueños y señores de esta Tierra nuestra. ¡Ja!, dijo el virus, eso es lo que tú te crees, y nos catapultó directamente a la tercera guerra mundial sin preaviso y sin nada. ¿Para qué tocar la corneta antes del combate, si los humanos no escuchamos? Andamos tan liados con esto del éxito, del poder, del dinero, del yo más, del yo la mejor, que el único radar que parece que tenemos activo es el que nos indica el camino que nos encumbra, y no el que nos lleva a la destrucción.
Así que no es extraño que un minúsculo virus haya logrado instalarse en nuestras vidas y tomar el control, como en las pelis en las que nos invaden los marcianos, ni que llevemos una semana de agosto con el paraguas a cuestas, como si esto fuera Londres y no las islas de la eterna primavera.
Total, habrá dicho el verano, si ellos ya tienen una vida rara últimamente, ¿qué más les da que llueva, nieve o truene? Están de lo más entretenidos surfeando olas, no se han bajado en más de un año de la tabla, deja que les riegue un poco los campos, les moje los patios y los ñoños al aire, y así ellos tienen algo más por lo que maldecir, no solo por los negacionistas, no solo por la industria farmacéutica que pretende rererevacunar al llamado primer mundo a costa de llamado tercer mundo, no solo por los hosteleros que solo piensan en su negocio y hacen lo que sea para salirse con la suya, no solo por los gobiernos que imponen restricciones o las dejan a merced de otros gobiernos, no solo por los tribunales que las interpretan a su manera, no solo por esa juventud inconsciente y desbocada que hace más caso a su instinto natural que a las autoridades competentes, no solo por los que se van de fiesta cuando la cosa no está para fiestas, no solo por los que se ponen la mascarilla donde no es necesario o por los que miran mal a los que no se la ponen aunque no contravengan la ley, no solo porque ya no pueden hacer lo que siempre hicieron y, si lo hacen, podría tener consecuencias fatales en las que no quieren ni pensar porque entonces esto no es vida…
Para cuando acabe de llover, me pido un verano tranquilo y en buena compañía, baños en la playa, un ratito de lectura y otro de sol. Paseos a media tarde y vaciones de noticias. Risas y silencios. Comida rica, un buen vino para festejar la vida. Y si puede ser, que venga acompañado —por favor, por favor, que ya estamos todos agotados— de un poco de mar en calma. Ah, y ya que estamos, más rayitos de esperanza.
(Maravillosas, Donna Summer y Barbra Streissand en este tema que nos propone Manolo Benítez).
Me prometí a mí misma no volver a escribir una sola palabra sobre las mascarillas, y más ahora que por fin nos han dado una pequeña tregua, pero no ha […]
Sigue leyendoHoy tenía que ser el día, todo era perfecto: un inusual silencio roto solo por el ohhh, ahhh, ayyy de los futboleros, el permiso de las autoridades para ir por […]
Sigue leyendoOjalá fuera tan fácil: decirte adiós y no volver a verte, ni tocarte, ni maldecirte, ni bendecirte, ni comprarte, ni ajustarte, ni lavarte en el caldero, ni recogerte del suelo, […]
Sigue leyendo