Otoño agosteño

Otoño agosteño

El reloj de la cocina camina para atrás. Allá abajo, un aspirante a Rubén Blades recuerda a los viandantes que la vida te da sorpresas, ay, sí, como la niña toda vestidita de negro y con sombrero de bruja, ya se sabe que los más pequeños ni sienten ni padecen el calor ni la calima ni nada, y aunque oficialmente no estamos de fiesta, por la pandemia, válgame Dios, pues qué daño hace, con la ilusión que tiene ella con esto del haloguín o como se diga, disfrazada como todos los días desde que vamos de mascarita, pero con un toque propio de estas fechas, fun fun fun, que digo yo que si allá a lo lejos se ve una estrella y en algunos rincones ya están las luces navideñas listas para aportar brillo y color a esta vida tan triste de los últimos tiempos, pues se podrá poner el traje antes de que se le quede pequeño, y si eso tiramos unos huevos, o quedamos con los amigos –unos pocos, juntamos tres mesas y listo- para celebrar que a nosotros no nos encerraron, por algo será, será que no lo estaremos haciendo tan mal, o a lo mejor sí, pero qué importa, total, si nos vuelven a encerrar, o nos prohíben salir a la calle después de las once, yo ya tengo el árbol, el niño Jesús -que el otro me lo desparecieron-, las bolas rojas, la nieve de mentirijillas, las guirnaldas de colorines y hasta la bici eléctrica, que una cosa no quita la otra, cómo nos vamos a quedar sin Navidad y sin ver a la familia, eso no hace daño a nadie, y algo tendremos que regalar, más que sea un detalle, a ver quién es el bonito que le explica a los chiquillos que los Reyes Magos están confinados allá en su tierra, que no se sabe muy bien cuándo van a venir, que en Oriente las cosas están mejor que aquí por una vez, o eso dicen porque con la gente de fuera nunca se sabe, que su visita se aplaza un tiempo, como el carnaval, como el jaloguín, como la Semana Santa, sin cabalgata ni nada… ay, qué penita tan grande, ¡sin amigo invisible ni cena de empresa!, tendrá que salir alguien con corbata y banderitas patrias a explicarnos qué tiene de malo que nos juntemos unos pocos, vale, esta vez no hay que echarse el gin tonic con el jefe, pero qué pasa con los más cercanos, hermanos, primos, cuñaos, la suegra, y luego está la vecina que vive sola y donde comen diez, doce, quince, pues ya somos veinte, el garaje es grande, a mí nadie me quita una fiesta ni nada, estamos en noviembre, el día está de agosto y por mucho que digan yo no pienso quedarme en mi casa ni un minuto más, bastante tengo con lo de la economía, el teletrabajo, el susto metido en el cuerpo, la mascarilla esta que no hay quien la aguante con la tierra y el calor que se te mete por los ojos y te nubla la vista y la sesera, y ahora la pelotita que casi me da en la cabeza, y por ahí viene un frisbi y una ola que de tan grande, y yo pegadita al muro, casi me enchumba la careta de estreno, encima la megafonía y el Rubén Blades que no para con las sorpresas de la vida, ya no sé en qué mes estamos. ¿Hoy no era el día de los muertos? Este tiempo me va a asirocar.

(Cojan aire, que aquí va la propuesta musical de Manolo Benítez).

Qué tapadita está
El aire en la cara
Cara con mascarilla: sobran las palabras