Menos «mainstream» y más chachachá

Menos «mainstream» y más chachachá

Entiendo muy bien a las personas abrumadas y vencidas por la tecnología, las redes sociales y los palabros. Es que no hay manera, si tienes una edad y quieres tener vida y paz mental, de estar al día. Todo el tiempo estás recibiendo una señal que dice: «o te adaptas, o te reciclas, o te quedas fuera».

Y fuera es sin trabajo, o en los márgenes, o entre los vencidos, entre aquellas personas que no están en el mainstream, todo aquello que hace que una persona sea, realmente, PERSONA, y no una idiota, un boomer (véase la explicación del término en este enlace) que se pasa la vida preguntado: «¿mein qué?», para luego acudir al diccionario (perdón, a Google) y comprobar que, efectivamente, se la pasó el arroz y el pago del IBI y la oportunidad de acogerse a una subvención y hasta la pestaña más importante de la solicitud para estabilizarse, después de veinticinco años, en su puesto de trabajo.

O incluso puede paralizarse ante el cajero (y de paso montar una cola enorme de gente que se queja de su poca habilidad para algo tan sencillo…) porque no tiene manera de entender cómo hacer para sacar dos míseros billetes de veinte euros y uno de diez, y por más que mira y remira y se pone las gafas de presbicia y le saca una foto a la pantalla a ver si lo ve mejor, el cajero le da por toda opción (o al menos eso le parece) sacar billetes de cincuenta euros; qué empeño tú, parece decir la maquinita, en pagar en metálico, cuando ya eso está fuera del mainstream y ahora todo es con tarjeta; o cincuenta —y busca a alguien que te cambie— o nada.

Escribo mainstream a sabiendas de que puede haber nuevos términos para decir si estás in o out (uf, esto si que es antiguo, o viejuno, como se dice ahora), pero no me los sé, porque ya tengo una edad y una cantidad de información y palabras acumuladas en mi cerebro que me impiden añadir una nueva —a menos que me sea útil o me interese— a mi tarjeta de memoria sin riesgo de cortocircuito o explosión. Cuando leo estos palabros de nuevo cuño, la mayoría en inglés, trato rápidamente de hacerme una idea de lo que significan, y en general los dejo pasar, como quien oye llover, para no darles más trabajo a mis neuronas, que las aprecio mucho y las necesito para escribir y corregir con todos mis sentidos dispuestos, para leer libros de esos que tienen tapas y páginas de papel, para escuchar música reproducida en esa antigualla que habita en el salón, para comunicarme y entenderme con otros seres humanos con ciertas garantías; ¿qué tal un chachachá?

Empecé a escribir este texto después por ver el término #hirig por enésima vez en Linkedin, es decir, en esa red social orientada al uso empresarial, a los negocios y al empleo (Linkedin dixit). ¿Y no sería más fácil escribir contratación? Ya sé que no tiene tanto glamur y que es un poco más largo (¡y tiene acento!), pero digo yo que las personas que buscan empleo preferirán entenderlo a la primera a tener que copiar y pegar el palabro en el navegador para que este, oh, maravilla, se lo traduzca. Y es que si no sabes copiar y pegar (de verdad que hay muchas personas que no se manejan bien con el ratón o llevan fatal la sincronización de los dedos sobre la pantalla), si el inglés no es tu fuerte, entonces tienes un problema.

A estas alturas, para manejarse por la vida hasta en las cuestiones más básicas, o sabemos escrolear y clicar y estamos en permanente estado de actualización, o volvemos a la casilla de salida, dejamos de ser personas válidas y nos convertimos en extraños habitantes de esta Tierra que no saben ni pagar la factura de la luz ni pedir una pizza.

Ah, que pedir pizza no es muy cool, oigo decir a una tiktoker. Póngame entonces una smash burger. Con mucho hot, mucho tempo y mucho down.

(Sí, la vida pasa y nos vamos renovando continuamente. Y pasa mejor con música. Y mucho mejor si la elige Manolo Benítez)

El fulgor de tu mirada
De adioses y olas
Un pregón con nombre propio