La extraña historia de las carpetas viajeras

La extraña historia de las carpetas viajeras

Ella se lo tomó primero como una gran aventura pero después, cuando fueron pasando los meses,  fue creciendo la incertidumbre. Ella, que había sido creada para tener una vida sedentaria, había acabado recorriendo más kilómetros de los que se podía imaginar. ¿Cuántos? No lo sabía, a ella le correspondía el mundo de las ideas, de las emociones, no el de los números. Se lo preguntaría a la otra, la del final del montón, cuando por fin pudieran comunicarse. Pero esto solo sucedería si la mujer se tomaba la molestia de abrirla.

Hace seis días ocurrió. Sí, fue emocionante. Y fugaz, todo hay que decirlo.

Después de hacer, una vez más, el misterioso trayecto en la bolsa de tela con ese gato raro que lee libros, cuando ya pensaba que iba a ser otra jornada rutinaria, sin luz, sin vida, pasó algo extraordinario. Ella sintió las manos de la mujer posarse sobre sus tapas azules. Ay, qué placer. La tomó y después la posó encima de una mesa. Desde allí pudo, por primera vez, ver cómo era el mundo más allá de la bolsa de tela: brillante, luminoso, misterioso. La abrió, sacó ese papel que lleva dentro, lo extendió sobre ella, un minuto más tarde lo volvió a doblar y ahí quedaron un rato. Qué intriga,  cómo será… En ese mismo instante, justo cuando volvió a sentir el roce de sus dedos, algo pasó, un ruido, unas voces, otro ser humano. Vuelta al encierro, a las idas y venidas de cada día.  

Y allí sigue. Esperando a que se decida a abrir su tapa y despliegue su contenido. Deambulando de aquí para allá sin saber su destino, que no es otro que el de la propia mujer que la acarrea.

Ella aguarda, no tiene prisa. Tarde o temprano algo ocurrirá. Solo que tanto viaje le produce un no se qué. Está desorientada, como su dueña. Mareada, como su dueña, le entran dudas sobre la finalidad verdadera de su existencia, como a su dueña. Está cansada, como su dueña. Pero también confía, como su dueña, en poder cumplir su misión. Si dio el paso una vez, puede hacerlo una segunda. Y una tercera. Tantas como sean necesarias. Entonces, acabarán las idas y venidas. Comenzará, por fin, el nuevo viaje.

Desde la vida, gracias