Cucharadita de realidad, respiro

Cucharadita de realidad, respiro

Día 93. De lo aprendido en esta singular crisis, me quedo con la necesidad de hacer una cuarentena periódica. Un ayuno, una abstinencia, un viaje interior, una retirada lo suficientemente larga como para que los motores, al fin, se detengan, y los músculos, los pensamientos, las emociones, las ideas encuentren reposo. Como las dunas de Maspalomas, a las que dos meses de merecidas vacaciones de los seres humanos les devolvieron el silencio que solo los más viejos del lugar recordaban.  

Pueden ser cuarentenas más o menos largas en función de las necesidades, aunque yo recetaría, si tuviera talonario y firma para la botica, un mínimo de dos semanas: quítese los zapatos, afloje el pantalón y tómese la vida lentamente, a sorbos, a cucharaditas de las de café, mientras va diciendo: una por mí, otra por mí. Apague las noticias, vengan de donde vengan. No haga planes. Cada tanto, acuérdese de respirar, si es posible, profundo. Otra cucharadita, una más, y así hasta que cuerpo y cabeza dejen de correr en direcciones contrarias y vuelvan a ser una.

Díría que hasta que el alma -eso que no se sabe muy bien qué es pero yo entiendo que aúna y está más allá de lo carnal, lo mental y lo sensorial- pueda manifestarse, igual que la playa desierta, con toda su belleza, su majestuosidad y también su vulnerabilidad al descubierto. Hasta que podamos vaciarnos lo bastante como para estar de nuevo disponibles, con espacio suficiente para acogernos y, desde ahí, salir al mundo. 

Claro que volver, como estamos acabando de volver ahora, cada cual a su realidad, ligeramente sazonada o cruelmente intervenida por la realidad nueva que asoma tras la cuarentena, puede ser un choque. Yo me pauté para este proceso más de lo mismo y como siempre fui muy aplicada, sigo al pie de la letra mi receta: cucharadita de realidad, respiro, cucharadita de realidad, respiro. Consciente, a cada inhalación, de la suerte que tengo, a cada exhalación, del lujo en el que se ha convertido hasta oxigenarse. A otros, la mascarilla, la física y también la que en forma de metáfora nos deja esta pandemia, no les da apenas margen para coger aire. Mucho menos para soltarlo.

(Música para la tranquilidad, elegida por Manolo Benítez).

 
Bodegón viviente
Por ahí viene
Aires de romería