Como los cangrejos

Como los cangrejos

Día 65. Me gustaría escribir qué linda está la mar, como Rubén Darío, pero hoy la mar, aunque linda, no me dejó más que melancolía, y es difícil escribir sin dejarse llevar por lo que brota así, sin llamarlo. Y es arriesgado dejarse llevar sin tener un flotador o la contraseña que te asegure que volverás a salvo.

Será que estoy en casa, en la misma silla de todos los días y, aunque siempre hay motivos para sonreír y para dar las gracias –yo tengo muchos- y siempre vuelvo de la playa con alguna escena surrealista sobre la que podría escribir–como la del hombre que caminaba para atrás, como los cangrejos, en plena orilla– hoy no tengo ganas.

No me hizo gracias que un individuo –no lo puedo llamar de otra manera- escupiera a mi lado nada más salir de mi casa. Nada personal, supongo, pero ¿habrá estado en este lado del planeta los últimos meses? Ni me hizo gracia tener que hacerme a un lado unas cuantas veces, como cada día, para esquivar a corredores o a paseantes de toda edad y condición que se hacían los locos mientras la megafonía y los monigotes del suelo recordaban una y otra vez por dónde hay caminar.

Y lo peor es que no me hace gracia el mal humor que se me pone ni la cara de ciudadana indignada. Porque esta situación, esta necesidad de estar siempre con la parabólica enchufada en cuanto pongo un pie en la acera, me desalienta, me enfada, me hace sentir ridícula, me recrimino a mí misma por lo alemana que me estoy volviendo, con todos los años que tardé en quitármelo, pero no es alemana, es que tengo ganas de decirles algo y, porque haya paz, me aguanto.

Así que no era melancolía sino enfado. Ahora sí puedo escribir sobre el hombre que caminaba para atrás, como los cangrejos. Iba con su bañador turbo azul, tan contento, feliz de no chocarse con nadie mientras ejecutaba su hazaña, ignorante de las maniobras que tenían que hacer los que se lo cruzaban. Menos mal que no me lo encontré de frente (o sea, de espaldas), porque esta vez, ya te digo yo, no me callo.

(Como Manolo Benítez sabe muy bien, a mí Caetano me lo cura todo).

 
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