Día 37. Ya que el mundo está cambiando tanto, me estoy planteando muy seriamente darle un nuevo rumbo a mi vida profesional y dedicarme al asesoramiento de empresas de moda, que seguro, ya están diseñando una colección otoño invierno adaptada a estos nuevos tiempos. Mi puesto de trabajo estaría ubicado en esta casita mía que tanto he aprendido a querer en las últimas semanas, más concretamente en la ventana de la cocina, un lugar privilegiado para observar lo que se cuece en la calle.
Hace un tiempo los modernos lo llamaban coolhunting, en cristiano, cazadores de tendencias, gente que se fijaba en lo que llevaba la gente y hacía de eso tendencia para que todos nos sintiéramos gente. Ahora estamos en la época de los influencer, un palabro que describe a personas con supuesta credibilidad que hacen posible que, si ellos se ponen una marimoña en el pelo, todos, como borregos, vayamos al súper con tremenda facha y con la impresión de ser todo glamur.
La era postcuarentena parece que va a influir no solo en el hábito muy latino de besarse, abrazarse y toquetearse, sino también en nuestra apariencia física, Y ahí es donde entro yo y mi impagable puesto de voyeur (vamos, de mirona) frente a una oficina de Correos. Uno de esos lugares que, para asombro mío, están teniendo una inusitada actividad y al que acuden personas de todo tipo y condición. Lo que me lleva a descubrir, cada mañana, las infinitas posibilidades, modelos y combinaciones de guantes, mascarillas y gafas protectoras.
Lo que me llama la atención, y por eso le tengo tanta fe a este posible nuevo empleo, es que los asiáticos llevan años usando mascarillas y nunca, en las imágenes de la tele, vi ninguna que aparentara ser otra cosa que lo que era: una simple mascarilla. Aquí, por contra, en apenas una semanas han florecido, literalmente, modelos que puedes combinar perfectamente con la camisa o los zapatos. En guantes, ganan los de fregar, aunque con el vuelto del revés, para darle otra nota de color. ¿Y esas gafas de nadar reconvertidas en el complemento ideal? Las he visto de todos los tamaños y colores.
Cada cual va incorporando los elementos protectores a su rutina y a su cuerpo como puede: con lo que tienes en casa o lo que consigues en la farmacia sin que te cueste un riñón, con imaginación, con humor, con ingenio. Sobre todo con la certeza de que sí o sí, tendremos que acostumbrarnos a esta parafernalia.
Yo, de momento, sigo tomando nota de las últimas tendencias. A ver si por fin acierto con la vocación y doy el salto a la fama. O encuentro mi look ideal para cuando, por fin, podamos abrazarnos.
(Manolo Benítez, como siempre, dio en la diana con la música).
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