A cuatro voces

A cuatro voces

Así andan las cosas por aquí desde que anoche decretaron el confinamiento de los que quedaban por confinar (salvo de aquellos, claro, que hacen que nuestro mundo pueda seguir dando vueltas): voces a un y otro lado de la casa.

Y eso que el vecino de arriba aún no ha empezado su entrenamiento, entonces sí que se va a poner buena la mañana. Mi marío, imprecando contra la tecnología, o haciendo o desfaciendo algún entuerto; yo, en charla animada al otro lado del pasillo, y el hombre dándolo todo allá arriba. Toda una fiesta. Me intriga tanto su práctica deportiva (curiosidad de periodista) que estoy dispuesta a grabar el traqueteo y ponerlo en uno de esos programas que te dicen qué música está sonando.

En el «día uno» del reconfinamiento agradezco las voces en la casa. Porque se hacen duras las mañanas en soledad o escuchando solo tu propio rezongar. Que se lo digan a las muchas personas que llevan, desde el minuto cero, solitas entre cuatro paredes, a veces con la tele como única interlocutora válida (esa gran compañera, como decía mi abuela) y el teléfono, ese maravilloso invento que nos conecta con la voz de la familia, de las amistades o de la señorita que da la hora con el médico de cabecera.

A falta de carne, tenemos la voz para decir que estamos vivos. Los perros ladran, en plan: “eh, tú, hazme caso” o “si te acercas, te muerdo”; y nosotros, los humanos, emitimos sonidos que ellos, los perrunos, gatunos y otras especies, traducen en emociones básicas: amor, miedo, rabia, dolor, pena, compasión, alegría.

En estos tiempos que corren, a mí al menos no me da para más. No me da para una discusión ni para un discurso, no me da para tener razón o para quitarla. En estos tiempos inciertos, en los que lo importante son apenas tres o cuatro cosas, la voz la alzo, sola frente al espejo, en la pantalla del ordenador o de mi móvil, asomada a mi ventana o frente a frente en el salón de mi casa, solo para decir: hola, aquí estoy, qué bueno coincidir. Aunque nos quedemos un rato en silencio.

(Selección musical: Manolo Benítez).

 
Hora a la fuga
Inasequible al desaliento
Una habitación con vida