No tengo nada que decir (o sí)

No tengo nada que decir (o sí)

Hay tanto ruido que me quedé sin palabras. Tantas frases bellas pronunciadas por ilustres personajes que no tengo nada más que añadir. Tantas frases horribles vociferadas por no tan ilustres que no puedo más que taparme los oídos, cambiar de canal, cerrar todos los conductos de mi cuerpo, cada poro de mi piel, para no dejarme llevar por la rabia, por la misma violencia, por el mismo odio que rezuman.

Vaya.

Coño. Joder.

Echo de menos a mi perrita.

Hoy volvió a salir el sol.

Me olvidé del paraguas y el periódico anuncia lluvias, aunque también calima, así que quién sabe.

Hay tanto silencio que me pitan los oídos. Tantas palabras no dichas, llenas de frustración, de dolor, de tristeza, de rabia, de impotencia; metidas en una cajita, encerradas bajo llave hasta nueva orden. Son tantas, tantas y tantas que no tengo nada que decir. Yo que me dedico a la comunicación me quedé en blanco, sin argumento, sin tema. Muda.

Y sin embargo, tengo tantas cosas que decir.

Que se murió mi perrita y la echo de menos. Que esta época de tránsito está llena de malos y también buenos momentos. Que hay belleza en la tristeza. Que el corazón, hoy, lo siento más fuerte y más tierno. Que encontré, en mi nuevo camino que es viejo al mismo tiempo, muchos puños cerrados y también, qué suerte la mía, muchas manos tendidas. Que estas últimas son las que hacen posible que mi corazón siga entero y abierto.

Que a pesar del ruido y a pesar del silencio, seguiré usando mi voz para decir lo que pienso, lo que quiero, lo que siento.

¿Hablamos?

La extraña historia de las carpetas viajeras
Desde la vida, gracias