Día 85. Para esta nueva etapa que se nos avecina, y a la espera de instrucciones, he tenido que rescatar del perchero mi bolso de astronauta, comprado en el aeropuerto hace un montón de años y que fue bautizado así porque la vendedora me juró que la tela es la misma que se utiliza para los trajes espaciales.
No es que esté pensando en darme un saltito a la luna, único lugar que ha pisado el hombre a donde, que se sepa, no ha llegado el coronavirus. Ni tampoco tengo dinero para pagarme un viaje en transbordador, aunque ganas, en los días pares y a veces hasta en los impares, no me faltan. Con mi miedo a las alturas y todo, este sería un buen momento para contemplar la Tierra desde una cápsula. Seguro que las vistas son tan entretenidas como las de la ventana de mi cocina. Y mucho más silenciosas, de eso no tengo duda.
¿Por dónde iba? Me fui de paseo intergaláctico y se me olvidó explicar las virtudes del bolso de astronauta, esas que lo convierten en el mejor de los complementos para esta era: la que primera, tan apreciada por los fabricantes, está hecho de un material que no se rompe ni a tiros, impermeable y ligero como una pluma; la segunda, la que más aprecio yo, es que tiene seis bolsillos de distintos tamaños ubicados estratégicamente, además de un compartimento principal tan grande y adaptable que he llegado a meter una muda de fin de semana, un libro de seiscientas páginas y toda la parafernalia habitual.
Una mascarilla, un bote de hidroalcohol, agua por si acaso. Este, creo, es el paquete básico que hay que sumar a lo de siempre, más la tarjeta de la guagua, que la pongo aparte para no estar metiendo la mano con la que toqué todo, y el teléfono, también con bolsillo propio, por si me da por wasapear o mirar algo mientras voy en la guagua. Total, eso y un par de cosillas más que antes andaban revueltas y que ahora, gracias a esta pandemia, han quedado ordenadas para no tener que andar rebuscando y desesperándome porque siempre se me pierde lo mismo, y al final, cuando ya me canso de buscarlo e iba a por otra cosa, resulta que aparece en el primer sitio donde miré. Pues no, eso ya no va a suceder, porque mi bolso de astronauta está pensado para la grandes aventuras.
(Las musicales, siempre de la mano de Manolo Benítez).
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