¿Qué tal si nos entrenamos? (en comunicación emocional)

¿Qué tal si nos entrenamos? (en comunicación emocional)

Ahora que está tan de moda hacer fitness, running, spinning… (eso que de toda la vida se llamó ir al gimnasio o ir a correr), yo propongo incluir entre nuestras prioridades el entrenamiento en comunicación emocional. Porque tan importante es cultivar el cuerpo físico como nuestros otros cuerpos, esto es, el mental, el emocional y el espiritual. Incluso más, diría yo.

¿De qué sirve tener el vientre plano, unas piernas torneadas, un culo prieto o combatir denodadamente los signos de la edad (como dicen en el anuncio) si no somos capaces de comunicarnos de forma más o menos civilizada con nuestro vecino? ¿Si no nos atrevemos a expresar nuestros verdaderos sentimientos a una persona a la que queremos? ¿Si nos cuesta tanto poner límites, o decir que no, o decir que sí, o decir no sé, o decir hasta aquí llegué? 

La comunicación es una necesidad básica. Somos seres gregarios, vivimos en comunidad, y por muchas redes sociales e inteligencias artificiales que inventen, el hecho es que necesitamos, tanto como el aire, tener contacto con otros seres humanos. Mirarnos, tocarnos, hablarnos. Escucharnos.  Expresarnos. De hecho, es lo que hacemos todos los días, a cada momento, aunque muchas veces de una forma que nos hace sufrir, que nos aleja de las personas o que nos aleja de nosotros mismos porque no nos atrevemos, o no sabemos cómo, poner sobre la mesa eso que verdaderamente queremos comunicar.

La educación, nuestra historia, la sociedad exigente en la que vivimos -en la que lo que más importa es la apariencia, el éxito, llegar, triunfar, hacerlo bien, agradar, aguantar- condicionan la forma en que nos comunicamos. Está claro que no en todas las situaciones podremos decir lo que verdaderamente pensamos, o de la manera en la que nos lo pide el cuerpo. No obstante, tenemos a nuestra alcance la posibilidad de entrenarnos para encontrar fórmulas útiles, más acordes con las circunstancias y, sobre todo, con nuestra necesidad de cada momento.   

Entrenarnos en comunicación emocional es aprender a:

estar en presente, y desde ahí, expresar lo que yo siento en este momento;

hablar desde el yo, transmitir lo que me pasa a mí;

– compartir las emociones y sentimientos;

– dejar fuera los juicios y los prejuicios, las ideas preconcebidas y los discursos, para centrarnos en lo que ocurre durante el encuentro;

– tener un encuentro con el propósito de que haya un contacto, no un pulso o un guerra;  

– utilizar el cuerpo, la voz, los elementos no verbales implicados en la comunicación, y que exista coherencia entre ellos;

–  escuchar y escucharse, e incluir el silencio como parte del diálogo.

Hay muchas maneras de hacerlo. Puede ser en un curso como el mío.

Y también cuando tenemos un encuentro con una amiga, cuando vamos de visita a casa de nuestros padres o cuando nos sentamos con nuestra pareja a mirar el mar. Incluso, cuando le damos los buenos días al chófer de la guagua. Cualquier momento es bueno para poner en práctica la comunicación emocional.

¿Hablar en público aunque te dé miedo o vergüenza? Sí que puedes