Yo te quiero libre

Yo te quiero libre

Mujeres nacidas en 1944. Hijas de su tiempo y de sus circunstancias.

Su tiempo: la posguerra, apenas habían pasado cinco años desde que acabara (es un decir) la contienda; la Segunda Guerra Mundial todavía seguía viva.

Sus circunstancias: nacidas en familias adineradas, en familias pobres, venidas a más, a menos…; en familias que se beneficiaron por estar entre los vencedores; familias con algunos miembros represaliados o desperdigados por el mundo; familias que lograron sortear esos tiempos a base de tirar para adelante sin mirar atrás. Familias autoritarias, liberales, permisivas, represoras… Familias cultas, familias en las que apenas había tiempo para saberse las cuatro reglas porque el hambre apretaba.

Su «circunstancia»: SER MUJERES. Esto es, ser de segunda categoría (o de tercera o cuarta). No tener derecho a voz ni a voto. Ni a una cuenta corriente en el banco. Ni a tener bienes propios si se casaban. Cualquier atisbo de «vida propia» pasaba por el permiso de un hombre (véase padre, marido): tener un empleo, ejercer determinadas profesiones que no se consideraban propias de la «condición femenina», viajar…

Y hay más, porque esto es lo que decía la ley, la que estaba escrita en los papeles. Pero luego estaba la otra ley. La de cada hombre, incluso la de cada mujer, la de cada familia y la de una sociedad hija también de su tiempo y sus circunstancias; y esta ley se aplicaba con tanta o más dureza que la oficial: educación (si la había), amistades, parejas, aficiones, hijos, trabajo, salir o no de casa, con quién, la ropa que te ponías, a quién mirabas, con quién te acostabas; y qué se te consideraba que eras o a que te exponías (que podía ser incluso a la cárcel) si tenías la osadía o el descaro de saltarte alguna de esas reglas.

Y es que todos los logros alcanzados en la Segunda República no solo se perdieron, sino que hubo un retroceso, una vuelta a las cavernas que duró cuatro décadas, y algunos derechos no se recuperaron hasta mucho después de la llegada de la democracia. Mientras más allá de nuestras fronteras el mundo seguía dando vueltas y las mujeres ganando derechos, aquí los pasos tenían que ser por fuerza tímidos (podías ir a la cárcel), y esa generación de mujeres fue sorteando las leyes y las circunstancias y ajustando su tiempo a los tiempos a base de valor y determinación. Lo que ahora consideramos algo natural fue peleado y ganado a pulso por ellas.

Hoy una de esas mujeres nacidas en 1944, mi madre, cumple años. Y como sé que le gusta leer y le gusta tener una hija que escriba, me pareció que el mejor regalo que le podía hacer era escribir unas líneas a modo de reconocimiento y homenaje: a todas esas mujeres, y a ella, María Eugenia, que me dio la vida junto con mi padre y me regaló, para disfrutar de ella, el amor por las palabras y la determinación de ser libre a cada paso.

(Hoy la música la pongo yo).

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