Noticias del cielo

Noticias del cielo

Recuerdo el miedo que me dio la primera vez que el cielo se tiñó de rojo. Pensé que era el fin del mundo, que unos ovnis iban a aparecer allá en lo alto, que había un incendio en el planeta, que había estallado una bomba atómica, que alguien o algo nos estaba dando un aviso, que estaba en una realidad paralela… O igual estaba soñando despierta.

A mi favor tengo que decir que, a pesar de que siempre he sido una mujer práctica, también era y soy muy fantasiosa, un poco soñadora y otro poco catastrofista. Aunque solo de puertas para adentro; nunca hubiera dicho en voz alta ni un uno por ciento de lo que escribí en el párrafo anterior por si acaso alguien me tachaba de loca o exagerada o paranoica. Para qué estropear mi fama de dura y juiciosa…

Lo cierto es que ese cielo rojo me asustó. Allá donde estaba el misterio, en el cielo, pasaba algo muy raro que no sabía cómo explicar. Y las calles de Ciudad Jardín, ya de por sí solitarias, se volvieron más amenazadoras aún. Es extraño, porque a pesar de todo no podía moverme de allí, no podía dejar de alzar mi cabeza. Al temor se le sumaba la curiosidad. Y un deseo inconfesable de que algo ocurriera.

Sí, a esa edad, en plena adolescencia, siempre quería que pasara algo. O esperaba. O temía. Mi padre se había muerto hacía unos años de forma repentina. Mi vida, la vida, dio un vuelco. Ese acontecimiento, esa catástrofe, planeaba sobre mi cabeza y mi corazón. Y donde yo había colocado a mi padre muerto, en el cielo, desde donde me estuvo mirando hasta que me cansé de fantasear con la posibilidad de que me hiciera una señal, ahora había un rojo fuego. ¿Será él? Apenas me atrevía a lanzar esa pregunta a las calles vacías de mi barrio. No por temor a la respuesta, sino al silencio.

Cuando no puedes decir adiós, algo se queda atascado en tu interior. Y aunque yo hace mucho, por suerte, que pude despedirme de mi padre, todavía hoy miro al cielo en busca de respuestas y de consuelo. Permito, ahora sí, que brote lo que tenga que brotar de mi pecho, de mis ojos, y lo dejo ir con la esperanza de que toque el suelo y brote también aquí, en la Tierra, algo nuevo.

(Para este texto, y para las personas que estos días lloran por los que se fueron de forma inesperada, no hay mejor canción —creo— que esta que eligió Manolo Benítez).

Hoy tengo ganas de ti
Menos «mainstream» y más chachachá
El fulgor de tu mirada