La cabecita a veces es traicionera. Y por mucho que sepas de un tema, puede ocurrir que, en un determinado contexto, abras la boca y no te salgan las palabras: ehhh, ahhh, bueno, entonces, la cuestión es que… O puede ocurrir que empieces a divagar, a viajar por carreteras secundarias sin llegar a ningún puerto. Entonces, tú te pierdes y quien te escucha, también.
Quedarse en blanco, ese es uno de los grandes miedos cuando vamos a hablar en público. Otro, no saber concretar lo que quieres decir.
El mejor antídoto es sin duda la preparación. Y el mejor remedio, si aun así te ocurre o tienes ese temor, es tener una chuleta a mano y tomártelo con naturalidad, con deportividad, con humor… No hay nada más humano que perderse, y nada mejor para encontrar el camino que una hoja de ruta.
¿Qué incluye la preparación?
En primer lugar, definir el mensaje y tener claros los contenidos. Para ello, es imprescindible que nos hagamos algunas preguntas:
— ¿Sobre qué quiero hablar?
— ¿Qué mensaje quiero transmitir?
— ¿Con qué objetivo?
— ¿A quién me voy a dirigir?
A mí lo que más me ayuda es preguntarme: ¿qué idea quiero que se lleven a su casa?, ¿de qué quiero que hablen o en qué quiero que piensen cuando salgan de aquí a tomarse un café?
A partir de ahí, hay que recopilar todas las ideas, toda la información, y seleccionar la más importante, ordenarla y agruparla para elaborar el famoso guion (la chuleta…), que puedes usarlo (sí, no pasa nada por apoyarse en un guion) o tenerlo a mano por si lo necesitas.
Pero la preparación abarca mucho más que el contenido. También hay que ensayar. Decirlo en voz alta, grabarse, hablarle al espejo, a un amigo, a tu perro… Todo eso sirve, y mucho, sobre todo si no tenemos práctica, si no nos sabemos bien el contenido o la inseguridad nos está matando. Porque cuando ensayas, te pones en situación, interiorizas la intervención y además puedes descubrir si lo que has preparado funciona e introducir cambios para mejorarlo.
¿Y si no tengo tiempo para todo eso? Entonces te propongo que escribas tres ideas o tres palabras en un papel, en una servilleta, en las notas de tu teléfono móvil o en tu cabeza antes de hablar. Solo con eso ya tendrás algo a lo que asirte. Porque la cuestión no es tanto que te pierdas, sino que tengas recursos para encontrarte.
(Serrat sí que sabe transmitir… Como siempre, Manolo Benítez pone la música a mis palabras).
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