Ni fecha en el calendario

Ni fecha en el calendario

Día 25. Si no fuera porque es día señalado y además el cumpleaños de mi tía, en lo que va de mañana ya se habría escuchado en esta casa la pregunta más pronunciada en la era de la cuarentena, ¿qué día es hoy?, con su famosa variante, ¿a qué día estamos?, y su subvariante, ¿qué hora es? Podría añadir la de ¿qué vamos a comer?, una cuestión que no voy a ampliar por no seguir profundizando en el tema comida, un tanto recurrente –más aún que el del día y la hora- en mi y nuestras vidas intramuros.

Es lo que tiene este confinamiento: igual que las paredes –con sus manchas y desconchones- son siempre las mismas, los días empiezan a tener un mismo aire, a primavera con una esquina rota, como diría Benedetti.

Se nos rompió esa esquina, a cada cual la suya. O como cantaría la Jurado, se nos rompió el amor de tanto usarlo. En este caso, por usarlo más bien poco, por usar más, como modelo de vida, la acumulación, el dinero, la codicia, el afán de éxito, la explotación, el hambre de unos para los excesos de otros. Eso sostienen algunos, que la sociedad estaba enferma y tuvo que venir un minúsculo bichito para que volvamos a fijarnos en algo tan simple como el ir y venir del sol y la luna en el cielo. O como diría una amiga, en la rotación de la Tierra sobre su eje, que parece ser que anda un poco desplazado.  

No sé si es verdad, no sé si el virus que maneja ahora los tiempos de nuestras vidas apareció con esa intención o, simplemente, apareció.

Lo que sí es cierto es que hace ya unas cuantas semanas que no me pongo el reloj. Mis horarios los mido por señales como la forma en la que luz natural entra por el salón, el rugido más o menos intenso de mis tripas y el murmullo de la calle, que se va apagando a medida que la oficina de Correos se prepara para el cierre. Solo hay una hora sobre la que tengo certeza, la de la siete de la tarde.

Para adivinar el día de la semana ya no me fío de la programación de la tele: llevo desde ayer esperando el Quo vadis y no hay manera. Mejor me guío por los anuncios gubernamentales, que empiezan el jueves como una posibilidad y se confirman el domingo con un decreto.

¿Y el día del calendario en el que vivo? Aquí en casita, ya no me interesa mucho. Solo me ocupa si, como hoy, viernes y santo, toca cantar un cumpleaños feliz. Ese sí que es un buen motivo.

(A mi tía María Rosa, que hoy celebra un cumpleaños muy diferente, pero lo celebra, que no es poco. La música la pone, como siempre, Manolo Benítez).

 
No hay sancocho pa tanta gente
Placeres veniales
Cuestión de musas