Día 8. Mi vecino de arriba se hizo esta mañana la maratón de Nueva York o el triatlón de Lanzarote, no sé muy bien qué, mientras yo andaba buscando un poco de silencio con mi práctica de yoga. Menos mal que tengo una cierta capacidad para la concentración en medio del caos, una cualidad que me viene de una profesión, la de periodista, en la que todo va deprisa y con mucho ruido.
Los andares, a veces más rápidos, otros más lentos, de mi vecino eran hoy mi banda sonora, como lo era, hace unos días, el sonido de una flauta que llegaba del edificio de enfrente. “Debe tocar en una banda, pero de las de antes”, apuntó mi marío, porque aquello era una zarzuela y ahora se inclinan más por los músicas de películas y esas cosas. Eso dice él.
A veces la banda sonora la pongo yo. Dona nobis pacem en la ducha, para ir practicando las canciones del coro. A veces la pone él y sus amigos: más risas y fiestas en la quedada de las siete y media de la tarde, algo que ya se ha convertido en tradición.
En ocasiones son la madre y la hija del cuarto las que nos regalan sus voces: deben estar haciendo encajes de bolillos, como tantas familias con hijos en edad escolar, para sobrevivir con daños menores. También me acompaña, por las mañanas, el murmullo de la cola de Correos, que no sé yo cómo es posible que en estos tiempos haya tantos paquetes que recoger (los pedidos por internet, supongo).
Y a las siete de la tarde, puntuales, los vecinos de mi barrio, como los de todos los barrios de este país, ponen la mejor de todas las bandas sonoras, los aplausos dedicados a todas esas personas que están trabajando, con riesgo para su propia salud e incluso para su vida, con el propósito de que esta situación tengo un final más o menos de feliz.
No sé si a lo Hollywood, en plan, después de la invasión de los extraterrestres todo volvió a la normalidad y somos incluso mejores que antes, todo ello edulcorado con violines. Yo creo que más en plan película española, en la que el mundo no es perfecto y sí, ha habido daños, muchos, pero también –quiero creer- salimos fortalecidos de la experiencia y podemos cantar, una copla, un rap, una folía, para honrar como se merecen a los que se vayan y para celebrar, también, la vida.
(Selección musical de Manolo Benítez. No se pierdan este disco, Viva Italia, de Inti Illimani).
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